Yo
es que soy muy de no tener ni puta idea además de osada y bocazas,
así que voy a soltar cuatro cosas que no tengo claras en absoluto
para adaptarme a los tiempos que corren. Por tanto, advertido lector,
haz caso omiso, por favor.
“¡Que
me quieras, coño!”, a simple vista, no parece la mejor de las
estrategias. Sin embargo, es de las que cuenta con mayor número de
adeptos. Pareciera que empeñarse y estrellarse contra la pared del
corazón ajeno sea deporte olímpico emocional. ¡Ay, cuánto daño
han hecho frases hechas del tipo “El que la sigue, la consigue”!
A veces, puede parecer incluso que es verdad y que, a fuerza de
insistir, lograrás colarte en el palpitante órgano de tu
contrincante. Pero me temo, querido lector, que será una visita
temporal. Además, eso de querer por dos, ya te digo yo, que es
agotador y poco fructífero.
Otra
cosa que va fatal para el pelo, la autoestima y el amor es lo de dar
pena. Todo el rollo este del chantaje emocional, intentar hacer
sentirse culpable al otro pobre infeliz y responsabilizarlo de la
propia dicha o desgracia a fin de retenerlo a nuestro lado, no es
muy top. Stop victimismo en el amor, please.
Por
otro lado, es bueno saber que llega un momento en el que algunas
cosas se acaban, que se dan de sí hasta no sujetarse, como pasaba
antes con el elástico de las bragas y de nada servía volvértelas a
subir, lo mejor, sin duda, era comprar unas nuevas o acostumbrarte a
ir sin ellas. En fin, decíamos que a veces las cosas se acaban. Esto
sucede, posiblemente, cuando ya lo ha hecho para alguna de las
partes. No obstante, no es ajeno al ser humano obstinarse en que algo
no deje de ser lo que alguna vez fue, en hacer y deshacer el lazo
esperando que quede igual de bonito y que esta vez sea para siempre.
Aún
os voy a decir algo más. Lo de prometer amor eterno está muy bien,
no digo yo que no, pero exigirlo ya es otro cantar. Y mira que todo
iría mejor si el tema de la reciprocidad fuera automático, mas para
nuestra desgracia no lo es. Tú conviértete en el mejor de los
amantes, procúrale los mejores cuidados a tu amorcito, sé ese
mullido hombro sobre el que llorar, haz el pino puente si es preciso,
que como sea que no, es que no y que igual se le cruza otro u otra
que es todo lo contrario a lo que necesita y/o espera y se le hacen
los ojos (por decir algo) chiribitas. “¡Puta vida, tete!”, que
dicen algunos.
Finalmente,
estimado lector, me gustaría advertirte sobre un tipo gravemente
perjudicial para el sangrante músculo del amor. Se trata de ese tipo
de persona que es incapaz de quedarse pero tampoco sabe irse para no
volver. Es un tipo de amante agazapado que cuando le haces caso omiso
o estás feliz con otra persona, reaparece así como por arte de
magia. Entonces de repente, comprende lo mucho que te quiere y no se
explica cómo ha podido vivir sin ti todo este tiempo en el que tú
has estado recuperándote del hachazo que te dio para irse. Como eres
idiota lo vuelves a recibir, te lo vuelves a creer y todo va de
película hasta que se marca un nuevo Houdini. Digamos que te ha
hecho de nuevo el truco pero sin trato. Ojo, que yo no conozco a
nadie así, que a mí me lo han contado.
Y
llegados a este punto, respetado lector, me voy a despedir que he
dicho que eran cuatro cosas.
¡Feliz
jueves!
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