jueves, 18 de agosto de 2016

Cosas que te diría si fuese a morir mañana

Hay mil cosas que te diría si fuera a morir mañana, cosas de ésas que sólo se pueden decir sin palabras, de las que se susurran a un centímetro de la boca, de las que tal vez, sólo se puedan decir con los ojos o con las manos o acaso sólo haciendo el amor.
Si yo fuese a morir mañana te diría que vivas así: como si fuese el último día, la última vez, cada día, cada vez. Te diría que sueñes, que ames, que goces, que saltes, que te equivoques, que pidas perdón, que perdones, que te perdones y que valores tus aciertos y los ajenos.
Si a partir de mañana ya no viviese más, te diría sin duda que te quiero. Que te quiero. Que amo tus pequeños ojos, tu tristeza profunda, tu sincera alegría, esas derrotas que te hacen fuerte, te haría saber que adoro tu humildad y tu chulería, que admiro y odio tu sensatez, que me encanta que de todo guardes en el envase.
Si después de mañana yo ya no estuviese más, te diría que quiero hacer contigo mil cosas cotidianas, de esas pequeñitas, de las que no salen en los libros ni en las películas, de las que no harán historia, de las que te dan la vida y a veces te la quitan. Te diría que quiero dejarte post-it en la nevera que te recuerden que “Todavía” y esconder nerviosa notas de amor bajo tu servilleta, en el espejo del baño o en el bolsillo de tu camisa. Te haría saber que quiero esperarte en casa escondida, muy poquito, para que me encuentres en seguida.

Si supiese que después de mañana ya no vivo más, te contaría que quiero compartir sofá y mantita contigo, aunque los besos no nos dejen ver la tele o precisamente para eso. Te confesaría que quiero que nuestros cepillos de dientes duerman juntos y usar tus cuchillas de afeitar aunque te disgustes conmigo. Te diría que quiero cocinar para ti y quemar la cena y que acabemos comiendo pizza. Te diría que quiero darte paz y guerra de almohadas y de cosquillas.
Si después de mañana ya no hay nada más, quiero que sepas que pienso en ti cada día, que sueño con que seamos posible, quiero que sepas que cada vez que te digo que te adoro, me estoy tragando un te quiero, que quiero tocarte ya, besarte ahora, mirarte dentro.

Si después de mañana acabase todo te contaría que uno de los dos nació en el lugar equivocado, que un océano puede ser demasiado y que el mar puede doler no sabes cuánto. Te confesaría que la ausencia mata, que las manos también mueren si no se tocan, que los labios arden si no se besan y que los ojos se cansan de no ver, de no verte.

Texto y fotografía: Santi Jiménez

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