Hay
mil cosas que te diría si fuera a morir mañana, cosas de ésas que
sólo se pueden decir sin palabras, de las que se susurran a un
centímetro de la boca, de las que tal vez, sólo se puedan decir con
los ojos o con las manos o acaso sólo haciendo el amor.
Si
yo fuese a morir mañana te diría que vivas así: como si fuese el
último día, la última vez, cada día, cada vez. Te diría que
sueñes, que ames, que goces, que saltes, que te equivoques, que
pidas perdón, que perdones, que te perdones y que valores tus
aciertos y los ajenos.
Si
a partir de mañana ya no viviese más, te diría sin duda que te
quiero. Que te quiero. Que amo tus pequeños ojos, tu tristeza
profunda, tu sincera alegría, esas derrotas que te hacen fuerte, te
haría saber que adoro tu humildad y tu chulería, que admiro y odio
tu sensatez, que me encanta que de todo guardes en el envase.
Si
después de mañana yo ya no estuviese más, te diría que quiero
hacer contigo mil cosas cotidianas, de esas pequeñitas, de las que
no salen en los libros ni en las películas, de las que no harán
historia, de las que te dan la vida y a veces te la quitan. Te diría
que quiero dejarte post-it en la nevera que te recuerden que
“Todavía” y esconder nerviosa notas de amor bajo tu servilleta,
en el espejo del baño o en el bolsillo de tu camisa. Te haría saber
que quiero esperarte en casa escondida, muy poquito, para que me
encuentres en seguida.
Si
supiese que después de mañana ya no vivo más, te contaría que
quiero compartir sofá y mantita contigo, aunque los besos no nos
dejen ver la tele o precisamente para eso. Te confesaría que quiero
que nuestros cepillos de dientes duerman juntos y usar tus cuchillas
de afeitar aunque te disgustes conmigo. Te diría que quiero cocinar
para ti y quemar la cena y que acabemos comiendo pizza. Te diría que
quiero darte paz y guerra de almohadas y de cosquillas.
Si
después de mañana ya no hay nada más, quiero que sepas que pienso
en ti cada día, que sueño con que seamos posible, quiero que sepas
que cada vez que te digo que te adoro, me estoy tragando un te
quiero, que quiero tocarte ya, besarte ahora, mirarte dentro.
Si
después de mañana acabase todo te contaría que uno de los dos
nació en el lugar equivocado, que un océano puede ser demasiado y
que el mar puede doler no sabes cuánto. Te confesaría que la
ausencia mata, que las manos también mueren si no se tocan, que los
labios arden si no se besan y que los ojos se cansan de no ver, de no
verte.
Texto y fotografía: Santi Jiménez
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