La
Luna está llena y el mar no se atreve ni a respirar. El paseo está
descalzo de nuestros pasos y yo, sin ti.
No
hay consuelo ni placebo para eso. No, no lo hay. Y sin embargo, lo
volveré a intentar. El intento en cuestión, irá disfrazado de
cualquier otro. Hablará con otra voz, olerá diferente, tendrá
distinto sentido del humor quizá. Pero en lo que a mí respecta
serás tú.
Lo
curioso es que cada vez me resulta más escandalosamente sencillo y
por qué no decirlo, más frustrante.
Prefiero
que sea un perfecto desconocido y que hable de cosas banales. Bueno,
mejor que ni me hable, así no distorsiona tu voz. Resulta práctico
que ambos sepamos lo que va a pasar, aligera el proceso y ahorra los
patéticos esfuerzos del cortejo. A ser posible, evitaremos darnos el
teléfono. En todo caso, uno con un número de menos o una letra de
más. Iremos a un hotel, odio ir a su casa y que la decoración
estropee la función. La función será espectacular, me has enseñado
bien y en cierta forma, me siento en deuda con ellos.
Y
mientras tanto, mi corazón como ese globo que se escapa, mis
pensamientos alados tras de ti y mi pecho inundado de poemas.
Obviamente, estoy herida de muerte y no, tu amor no tiene cura.
Quedan
besos en el salón, en la ducha, en la cocina, en el balcón, entre
mis piernas. La cama revuelta y exhausta me mira vacía, tampoco lo
entiende. Las risas están retenidas en el fondo del cajón. Las
ojeras tatuadas, la despensa sin tocar, el botiquín vacío y mi alma
como el botiquín.
No
me queda otra, la noche es perfecta y cómplice. La luna sigue plena,
el mar - aún asombrado- le hace de espejo.
Me
asomo al balcón, ¡qué maravilla vivir frente a la playa! No hay un
alma. Perfecto. Me descalzo. Me desnudo. Bajo las escaleras en
silencio y en mi mente, nuestra canción. Camino hacia la línea del
agua, no se perciben las olas, me reciben mansas. Y me adentro sin
retorno, buscando deshacer la luna o encontrarte.
Texto: Santi Jiménez
Ilustración: Benjamin Lacombe
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