Y
ahora sólo pienso en ti y en un hotel con vistas a la catedral, ésa
que nunca visitaremos. Sólo pienso en ti y en esa habitación donde
pecarlo todo, sin más alianza que la de nuestros besos, en círculo.
Y fíjate que, ahora, todo lo que escribo nace de ti y que la función
principal de mi vida ocurre entre bambalinas, sin más atrezzo que
tú, un par de almendros y unas cuantas amapolas a pie de carretera.
Dime si acaso no somos ricos.
Y
sucede ahora que tú y que, inevitablemente, tú. Y me bebo tres
vasos de agua sin respirar, para ver si así te olvido, entre sueño
y sueño. Que yo sólo quiero que nos amemos eternamente, por unas
horas y que digamos adiós a esos trenes que nunca cogimos.
Por
eso, querido, te propongo que seamos tú y yo, yo y tú, el uno en el
otro. Te sugiero que seamos, tan sólo, mientras nos hagamos ilusión.
Y
descuida, mi amor, que soy plenamente inconsciente de todo y que todo
tengo perfectamente improvisado.
Te
prometo árboles de hoja perenne y un jardín de ésos que no hay que
regar. Te regalo mis dedos sin huellas, como lazos que acarician sin
apretar. Te garantizo la alegría y la locura, el carnaval sin
disfraz. Te aseguro mil historias sin pies ni cabeza, de ésas que
enganchan desde la primera línea y se escriben sobre renglones
torcidos.
Te
sugiero un amor desprendido, sin fechas, sin reglas, gestado en el
azar.
Te
invito al juego de la verdad, al quién es quién de los cuerpos
enredados, a la certeza de las bocas cegadas por el hambre y los ojos
con sed.
Bésame
sólo si no puedes evitarlo, tócame sólo si te duelen las manos de
no hacerlo y bórrame a la mañana siguiente, que no se te olvide,
cada vez, que todo es un sueño.
A
ti que eres todas esas cosas que sólo se dicen al oído.
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