Hace
tiempo que no nos reunimos las cinco locas, pero la ocasión lo
merece. Andrea, nuestra yonki del amor se nos va. No me lo puedo
creer, está como una cabra, siempre lo ha estado pero nunca había
dado muestras tan evidentes como hasta ahora. Aquí, en nuestro café
de siempre pasamos de la risa al llanto en cero coma, tenemos los
nervios a flor de piel. Ella está pletórica y como siempre que se
encuentra muy nerviosa, no para de hablar. Se la ve preciosa, tiene
un brillo especial en la mirada, a pesar de las ojeras, a pesar de
las cicatrices. La verdad es que parece una cría. Da gusto verla
sonreír al fin, aunque la cosa tiene toda la pinta de ser la
“crónica de una muerte anunciada”.
Andrea
se va al baño y aprovechamos para comentar lo megacrazy que está,
la hostia que se va a pegar y lo que desconfiamos de ese tipo que no
hemos visto en nuestra vida y que para más inri vive en la otra
punta del planeta. Ya viene, ya viene, sonrisa Profident y como si
tal cosa.
- ¡Ay!, ¿ya os he dicho lo guapo que es?
- Sólo 347 veces.
- Es que tiene los ojitos color caramelo.
- Ya y cuando bebe alguna copita se le vuelven aún más chiquitos, sí, algo nos has comentado.
- Y esa voz y ese acento, si es que parece que me habla el mismísimo Ricardo Darín.
- Lo sabemos, Andrea, es absolutamente maravilloso, muy equilibrado y sensato, un superviviente, nos hacemos cargo, lástima no fueran quintillizos y nos apañábamos las cinco.
- ¿Y estás segura que te tienes que ir justo ahora, en Navidad?
- ¡Yo también os voy a echar mucho de menos!
Nos
estamos poniendo algo tontas, así que sacamos los regalos de
despedida: tres tupper con jamón, paella y unos limones. Después de
la tontería, el regalo de verdad: un colgante que hemos comprado
igual para todas y un collage con fotos nuestras. ¡Vaya mesa de
rimmel corrido, parecemos cabareteras!
- Nenas, no me puedo creer que en un par de días nos miraremos a los ojos por primera vez, yo estaré nerviosa y contenta. La maleta, llena de ilusiones y esperanzas, de besos soñados y caricias en el aire, apenas me pesará. No me pesará la larga espera, ni las noches sin sueño, ni esta vida mía ausente y vacía sin él.
- Nena, te has tragado al puto Bécquer.- Interrumpe Carlota, que siempre ha sido algo prosaica, por decirlo de alguna manera.
- Calla, que digo que no me hago a la idea que, en apenas dos días, me tocarán esas manos que ahora escriben para mí, yo pondré las mías en su rostro por fin y podré besar sus pequeños ojos y mirarme en ellos y saber quién soy, por primera vez.
- Andrea, moñas, vete ya.
Nos
reímos las cinco, pero ésta está inspirada y no hay quien la
detenga.
- Chicas, que en cuarenta y ocho horas voy a sentir su tacto y su temperatura y notaré el aliento de sus palabras. Será siempre primavera, mis jodidas mariposas se encontrarán con su jardín. Joder, se abrirán todas las puertas y ventanas. No más adioses, no más despedidas, no más “cuelga tú”. Por fin, Nosotros. Voy a estar donde quiero estar, con quien quiero estar y sólo y nada más y nada menos, me faltaréis vosotras.
Carlota
se acerca a mi oído y me susurra lo que todas estamos pensando: “Se
va a estrellar, tía, se va a estrellar” y yo le contesto en alto y
nos partimos:
- Sí, cari, pero se va a estrellar bonito.
Texto y fotografía: Santi Jiménez
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