Qué
cosas!, ¿verdad? Es una relación causa-efecto de lo más
sorprendente que me tiene hasta los mismísimos cajones.
¡Vaya,
pero si al final vamos a estar en invierno y todo!
Os
diré que, últimamente, estoy más en el centro de salud que en mi
propia casa y creo que el próximo que me suelte algún topicazo
estacional ya no precisará de sus servicios.
Por
allí he llevado a fichar a todo ser moqueante en mi haber: el papi,
la mami, el marido, el niño, la niña y la Santa María. Menos yo,
que debo ser un bicho bastante bicho y no me quieren ni los
"vírules", todos y cada uno han ido cayendo reincidiendo
como si no hubiese un mañana.
No
los culpo, no por ponerse malitos, faltaría más, pero un poquito
les tengo que agradecer esos buenos ratos en la sala de espera que me
facilitan.
¡Qué
ambientazo! Mis simpáticos compañeros de espera me cuentan con
desparpajo la textura, consistencia y coloración de sus esputos y
mucosidades y rivalizan entre ellos a ver quién está peor de lo
suyo y cuál tiene la tosecita más mala. Están bastante graves pero
también bastante comunicativos.
Después
del incomparable concurso de toses y, sin abandonarlo en ningún
momento, damos paso a la suelta indiscriminada de obviedades. Yo me
aferro a mí móvil como a una tabla de salvación y pongo cara de
estar muy ocupada, pero ni por ésas, acabo inexorablemente por
asentir, levantar las cejas en connivencia, poner los ojos en blanco
con complicidad y maldecir internamente en arameo.
-¡Qué
frío!- dice la señora de enfrente.
-
Ya, pero lo peor es el aire... - completa el caballero de la columna.
-
En mi casa hemos caído todos.- presume la de mí derecha.
-
Es que claro, entras en los sitios con la calefacción a tope y
luego cuando sales el frío te suelta una bofetá y así se empieza.
-
Se resfría uno por los pies. A ná que te destapes en un descuido,
resfriado al canto.
-Para
eso como te hayas lavado la cabeza y te llamen por teléfono, que
digo yo que parece que te ven meter el pié en la ducha. Como tardes
cinco minutos en empezar a secarte el pelo, constipado garantizado.
-
Y lo peor son los resfriados mal curados, ojo.- apunta por toda la
escuadra la de rojo.
-Y
las recaídas, las recaídas son fatales- nos sorprende la señora
de las pieles en Murcia.
-
Y por las noches te ahogas, claro al estar acostado se te van todos
los mocos a la garganta... (Santi, por favor, no visualices).
En
este punto estoy tan interesada en la conversación como en que me
claven agujas en las pupilas o que me azote el señor Grey.
Como
alguien vuelva a decir "moco" van a tener que acordonar la
zona y dibujar figuritas de tiza en el suelo.
Pero
lo que no me explico de verdad de la buena, es ese misterioso
misterio por el que has de esperar durante horas tu turno para entrar
y cuando te toca te despachen en 47 segundos. Vamos a ver, que al
señor de delante casi no lo he reconocido de lo cambiado que estaba
al salir e incluso, lo he echado un poquito de menos y a mí, aún no
he atravesado la puerta de la consulta cuando ya estoy en la cola de
la farmacia. Va a ser eso lo de la famosa relatividad del tiempo.
Pues
sí, yo diría que de fiesta, fiesta paso relativamente poco tiempo,
pero ¿qué sería de mí y de mis conocimientos invernales sin estos
buenos raticos que me proporcionan mis estancias en el ambulatorio?
Hay
que ver el frío que hace en esta época, jo...
Pues
nada, a quien corresponda,el próximo invierno por favor que sea
verano. ¡Ea!
Imagen y texto: Santi Jiménez