sábado, 28 de marzo de 2015

¿Llueve?

Fuera llueve, no ha dejado de hacerlo en toda la noche. La lluvia me entristece, es como si lavase mi alma dejándola gris, se me nota la lluvia en los ojos, en el pelo, en la piel, en las ojeras.
Fuera llueve y dentro, mi corazón son mil pedazos, mi corazón es arena, arena del desierto, no de playa.
Fuera llueve y el agua entra por los cristales y la casa está llena de goteras. Los corazones han cogido frío y este techo ya no nos abriga.
Fuera llueve y el viaje es largo e incierto y también necesario.
Palabras que acaban, momentos que se hacen pasado, vidas que se separan y entrelazan eternamente.
Y si me fijo, sé que dentro llueve más que fuera, que quizá el refugio está al otro lado de la puerta, que las paredes asfixian y aprietan y que tú y yo ya no somos la respuesta.
Los porqués insisten y sobran a un tiempo. Los porqués duelen y alivian. Fuimos redondos y nos dejamos rodar inconscientes, colocamos las brújulas junto a imanes y quedamos adheridos sin remedio y desorientados y no cuerdos.
Dentro llueve con fuerza y el agua saca fuera todo lo que ya no nos pertenece.
Así que hoy escribo para mí, desde mí, aunque me leas tú o tú o tú. Hoy escribo para que nadie me lea, hoy me vuelco y me revuelco en las palabras, como bálsamo. Y no sé si tendré tiritas de este tamaño, probablemente no, pero igualmente sanaré al aire.
Hoy no pienso en otros ojos cayendo sobre mis letras. Hoy, las palabras sólo brotan, quieren sanar, pero escuecen y si escuece es porque curan, me decían.
Y la vida se hace la muerta, pero a mí no me engaña. La vida se hace la dura, pero a mí no me convence. La vida sobreactúa burlona. Mas yo sé de qué va esto de andar, sé que hay que poner un pie en el suelo y luego el otro y continuar con el primero y de nuevo vuelta con el otro. Y así hasta perder la cuenta o las fuerzas y así hasta renovarlas. Nunca dejes de caminar y de cuando en cuando, descansa y disfruta del paisaje. Y ya lo sabes, el paisaje a veces son personas; a veces, alimento; a veces, la nada.
Y no olvides además, caminar por el cielo, ni descuides tus alas, ni cercenes las ajenas.
Hoy sé que no es sano acostumbrarse al miedo ni evitar el conflicto. Que no se puede amar por encima de nuestro cadáver. Hoy sé que no conviene ahogarse, que el silencio no es respuesta certera. Que el mutismo arrancará tarde o temprano palabras tristes, reproches, despedidas.
Y sucede que te quiero y te dejo de querer, que te echo de menos y te echo de más. Sucede que me quieres y me dejas de querer. Sucede que me echas y me alejas, aunque sea yo quien te diga adiós.

Así que voy a ponerme mis botas rojas de agua, esas que nunca me compré, las que nunca me atreví a calzar y voy a salir a la calle, a pesar del frío y de la lluvia y voy buscar todos los charcos y a saltar sobre ellos hasta vaciarlos, salpicando las nubes, los recuerdos, los sueños, los coches, las rosas, las espinas.

Y sí, me voy a llenar de barro hasta brillar.

Texto e imagen: Santi Jiménez

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