miércoles, 28 de enero de 2015

Muchacha defendiéndose de Eros

Te quiero como se quieren los imposibles y las quimeras, 
como se quieren los ideales y los sueños. 
Te quiero porque eres promesa y milagro, 
porque eres ficción y realidad.
Te quiero por lo que hablas y lo que escucho,  
por lo que escribes y lo que leo.
Me bebo tus trucos, tus tratos y tus tretas
sin rechistar,  
saboreándolos.
Eres ese caramelo que se cae de la boca antes de chuparlo, 
eres el mejor pastel del escaparate, 
eres un regalo sin desenvolver. 
Eres las existencias agotadas. 
Eres la ganga de otro.
Yo te abrazo
como se abraza una nube o un pedazo de cielo. 
Te atrapó como se atrapa el humo y el aliento.
Pero tú,
eres pájaro,  
eres mercurio,  
eres cometa. 
Eres el globo que se escapa,  
eres la ausencia.
Me llenas y me vacías,  
me arrastras y me amarras.
Me agarras y me caigo. 
Y me lanzo sin dudarlo a tu vacío
sin manos,  
sin ojos
y sin miedo.




















Jovencita defendiéndose de Eros.
A. W. Bouguereau,
 1880



martes, 20 de enero de 2015

Conversaciones con mi almohada

Lo de hablar solo es un auténtico problema, aunque ahora con esto de las nuevas tecnologías: móviles, pinganillos, manos libres, etc. siempre se puede camuflar ese delirio bajo la apariencia de contar con un interlocutor inalámbrico. Sea como fuere, a mí me parece de locos y, ni en mis peores pesadillas, haría algo así. Mucho más recomendable charlar con tu almohada, ¡dónde va a parar!
Sí, ¿qué pasa? Yo hablo frecuentemente con ella y en su defensa he de decir que siempre está dispuesta a escuchar, es rematadamente discreta y suele ofrecer certeras respuestas.
Anoche, sin ir más lejos, después de una velada en el Quitapesares, ese cachito de paraíso que se nos cayó en Murcia, me sentía bastante removida por dentro. Os confieso que es mi lugar preferido. Desde ahí arriba, se puede ver el alma de Murcia. El paisaje que ofrece es una sábana santa de nuestra tierra. Es tan asombroso que sólo deja lugar a la contemplación. En ocasiones, he intentado escribir o pintar allí, pero no acierto a otra cosa que no sea dejarme invadir por semejante espectáculo. Bajo nosotros la tierra late y nos muestra su alma variopinta.

Con el brillo de las luces nocturnas y la vegetación oscura sin difuminar aún en los ojos, tras diez minutos sin poder conciliar el sueño, anoche - como os decía- le pregunté a mi almohada:
  • ¿Tú crees en el alma?
Se quedó muy pensativa durante un buen rato. Podía sentirla rumiando la idea en su interior y como vi que no se arrancaba, comencé yo:
  • No sé, yo he sufrido algunos vaivenes en ese terreno. Ya sabes que las dudas siempre me dan la manita, pero al final, me he tenido que rendir a la evidencia. Verás, hay personas a las que se les transparenta el alma, a veces les asoma a los ojos, se refleja en un gesto o en una palabra que te alienta más allá de las meras letras. Otras, la llevan prendida como un globo o como una sombra: siempre les acecha, nunca se separa de ellos, casi como un ángel custodio. Son personas que se entregan en todo lo que hacen. También hay quienes juegan con las ajenas como si fuesen pelotas o dianas. De igual modo, hay gente que parece que la haya perdido y la vaya buscando; otros, sin embargo, la perdieron hace tanto que ya ni la recuerdan. A mí, sinceramente, me parecería una broma de muy mal gusto que todo acabara con el cuerpo.
  • Desde luego – me dice con fingida profundidad mi cabecera- ¿has visto lo que se ha hecho en la cara René Zellwerger? ¿O lo que se ha puesto en los pechos la otra, esta que ahora parece una superheroína, “Siliconan”, para ser más exactos?…
En este punto, la interrumpo, no me gusta que sea tan grosera y mucho menos que se tome a cachondeo mis paranoias nocturnas:
- Para, hablo en serio.-Le suplico.
Mi almohada hace un mohín, sabe que cuando empiezo en este plan, nos va a costar un buen rato dormirnos. Ahora la pobre no sabe ni cómo colocarse. “Se avecina paliza”, piensa. La siento algo tensa y le tengo que dar la vuelta para que se acomode.
  • ¿Y el amor?- Le susurro.
Sé que es materialmente imposible, pero me parece que la muy perversa me ha puesto los ojos en blanco.
  • ¿Se ama con el alma o con el cuerpo?
Mi compañera de sueños se rinde y me contesta:
  • ¿Qué no te enseñaron estas cositas en el cole? Te cuento: papá pone una semillita en mamá, ¡ja, ja, ja!
  • No estoy para tonterías-, le advierto.- Últimamente, pienso mucho en la naturaleza del amor, en el lenguaje de los besos, las caricias o los abrazos. Cómo éstos se adaptan al tiempo, a la situación, a las personas y me pregunto si habrá algún modo de que permanezcan intactos en su mejor expresión, si existe algún truco para impedir que el amor evolucione hacia otra cosa, que ya no sea ese Amor con mayúsculas.
Mi almohada coge aire y parece contenerse pero, al final, me suelta:
  • ¿Tú has visto los pokémon estos que les encantan a tus hijos cómo, según van enfrentando batallas, evolucionan? Pues lo mismito ocurre con el amor.
  • De verdad, me estás dando la noche, ¿los pokémon?, ¿en serio? ¿Y qué me dices de los sueños? ¿A ti te gusta más soñar de día o de noche? ¿Despierta o durmiendo? La verdad es que mis sueños muchas veces superan la ficción. Ojalá no recordara sólo las pesadillas, porque estoy segura de que seré muy maruja de día, pero de noche debo ser toda una artista. Yo creo que deberíamos no ya seguir ni perseguir, sino acorralar e incluso, acosar nuestros sueños , por si al final lo del alma es un cuento chino y no hay más oportunidades. ¿No te parece? Escucha, ¿tú dónde crees que van los besos que damos en sueños? ¿Llegarán tal vez a su destino, anidarán al fin en esas bocas para las que fueron recreados? Estoy convencida de que para soñar bonito hay que besar siempre a alguien antes de acostarse. Y ¿te has dado cuenta de que algunas pesadillas, sin prejuicios, serían sueños?
  • Perdona, bonita- me corta esta vez algo enfadada- ¿Tú has cenado? Porque a ver si la tontería que tienes esta noche , va a ser hambre.


¿Qué harías si te dijeran que vas a morir?

¿Qué harías si te dijeran que vas a morir?
Lo sé, un poquito de mal rollo sí que da, pero hazme caso, no está de más que nos lo planteemos. ¿Cómo te lo diría yo? A ver, tengo dos noticias: una buena y una mala. Venga, va, primero la mala: ¡Vamos a morir todos! ¿Sorprendente, verdad? Pero, y ahora viene la buena: ¡Todavía estamos vivos! Así que ¿qué hacemos viviendo de refilón, casi pidiendo permiso? ¿De verdad vas a dejar para mañana lo que puedes hacer hoy? ¿Vas a demorar los besos, los abrazos, las caricias, las palabras, las aventuras...? Ya mismo estás haciendo una lista con todas esas cositas que deseas hacer sí o sí.
En serio, sé de lo que hablo. Yo he elaborado la mía propia, la he bautizado “#Nomemueroyo” (he usado un hashtag porque soy muy moderna, pero tú la puedes llamar como quieras) y no creas que la he guardado en un cajón, para nada, esta misma semana he empezado a tachar alguna que otra casilla.
El primer #Nomemueroyo que ha caído, decía así:
“#Nomemueroyo sin subirme a la barra de un bar y gritar que invita la casa”. Algún día tenía que hacerlo y lo hice el viernes pasado en un local de la plaza de Las Flores. La verdad es que mereció la pena. Hay que ver cómo me jalearon, lo contentos que se pusieron todos. Bueno miento, todos no. Algo me dice que al dueño, no le sentó tan bien. Llámame suspicaz pero le vi un brillito de reproche en la mirada mientras me ponía de patitas en la calle. De nada sirvió que le explicase que era todo parte de un plan, que tenía una lista que cumplir, que estaba huyendo de la madurez, que me dolía a mí más que a él... Ni caso me hizo.
Yo, lejos de desanimarme, al día siguiente me lancé a por otro #Nomemueroyo.
Éste rezaba como sigue: “#Nomemueroyo sin ir a la boutique más megapija y decirle a la dependienta que soy Pretty Woman y que me haga la pelota como si no hubiese un mañana”. Dicho y hecho, le eché un par de ovarios, me puse la banda sonora de la peli a tope en el coche y cuando ya me había metido en la piel de la mismísima Julia Roberts, me presenté en la tienda más glamurosa de la calle Jabonerías. Adopté mi pose de diva divinosa y entré en aquel templo de la moda con paso firme y triunfal. La verdad es que me desinflé un poquito cuando aprecié la mirada de desaprobación de la dependienta que repasaba mi vestuario como si estuviese contemplando la mismísima reencarnación del mal(gusto) . Mas no me dejé intimidar y le solté la frase con soltura.
¿Sabes en las pelis de vaqueros, cuando hay un duelo y se ven todos los pasos a cámara lenta: el cruce de miradas, las manos a ambos lados de las cartucheras, el dedito en el gatillo, la bola rodante, etc.? Pues igual, pero en Murcia. La tipa me miró, miró a su compañera, en otro plano me volvió a mirar a mí. La cámara la enfocó y nuevamente dirigió una furtiva mirada a su compañera; yo diría que incluso entornó los ojitos así, a lo Clint Eastwood. Después, posó sus ojos en mis caderas, se detuvo en mis cartucheras (recordad que estábamos en el Oeste) y escupió: “Sólo tenemos hasta la talla 34, que ri da”.
Ciertamente, noté que la cara me ardía un poquitín, giré sobre mis tacones baratos y me salí calentita. Eso sí, sin desfallecer, tocada pero no hundida y repitiéndome que la próxima vez tendría más suerte.

Tan convincente resulté que al día siguiente, domingo, me lancé a por el tercer #Nomemueroyo. Decía así: “#Nomemueroyo sin decir en una boda, que sí, que me opongo a que la parejita se una en santo matrimonio”.
Así que ni corta ni perezosa, me puse el traje de las bodas (sí, yo repito modelito y creo que la Pantoja, con perdón, ahora también) y me colé en una al azar. Antes tuve la feliz idea de ponerme un cojín en la barriguita... (Un inciso: ¿los que lloráis en las bodas sois solteros o casados? Bueno, no importa). El caso es que me tragué casi toda la ceremonia hasta que llegó mi minuto de gloria. Estaba un poquito nerviosa, lo confieso. Pero ya no había vuelta atrás y cuando el sacerdote que oficiaba hizo la temida pregunta, opté por no callar para siempre y grité:
“¡Sí, nos oponemos yo, el Jonathan, la Jessi y lo que viene en camino, Paco!”- Puse los artículos delante para darle más dramatismo y veracidad.
Casualmente, el novio se llamaba Paco, ¡qué puntería!, ¿verdad? Después, todo fue muy rápido: la novia le lanzó un rodillazo con muy mala baba al novio tal que ahí, un joven de la primera fila se puso a aplaudir y se abalanzó sobre la afortunada novia. Se besaron (el espontáneo de la primera fila y la novia). La exfutura suegra se desmayó y a mí me cayó un bolsazo por mi izquierda que me dejó de recuerdo tres puntos de aproximación en la ceja del mismo lado. Vale, quizá no era lo que habían planeado para ese día, pero yo creo que les hice un favor, sobre todo a la díscola novia.
La verdad es que ahora, me siento un poquito en deuda con el novio, así que: solteras de España, si estáis interesadas en Paco enviadme un correo al email que figura arriba. Os advierto que es un tío muy majo, palabrita.

En fin, quedad con Dios y vivid cada día como si fuese el primero y el último. Ah, nos vemos la semana que viene, espero.

lunes, 5 de enero de 2015

Adiós, 2.014, adiós




Me quedo con ese abrazo y ese perdón que se demoraron más de la cuenta y que tú me trajiste, 2.014.
Me quedo con la mala salud de hierro de mi madre y ese humor y nervio que enmascaran con genio su debilidad. Me quedo con su resistencia, con su entrega, con sus esfuerzos, sin pamplinas y sin ñoñerías, con su alimento para el alma y para el cuerpo.
Me quedo con tu ejemplo, papá, con tu lucha por la vida, con tus renacimientos, con tu energía, con tu esencia, con esas pruebas de fuego tan dignamente superadas, con tu naturalidad, con tu crear hogar, con tu libertad.
Amor, me quedo con la verdad de lo nuestro, con eso que está por encima de la rutina, los desencuentros y los quehaceres, con nuestro pacto, con nuestro sabernos de memoria y desconocernos a un tiempo, con nuestras diferencias infinitas que se borran en un beso, en un abrazo, en el sexo.
Hija, me quedo con tu complicidad solapada, con tu metamorfosis, con tu responsabilidad y tus consejos, con tu risa histérica, con tu mirada profunda que oculta heridas, sueños y aciertos. Me quedo contigo, sin duda. Tu reino es tu reino.
Hijo, me quedo con tu sensibilidad, con tu talento, con tu amor infinito, con tus charlas, tus inquietudes y tus proyectos, con tu mirada mágica y nueva.
Hermano, me quedo con tus mil batallas, con tus ganas, con tus pesadillas y tus sueños.
Hermana, me quedo con tu perseverancia paciente, con tu Amor en mayúscula, con tu renuncia y tu entrega.
Amigas, me quedo con nuestro café, nuestras confidencias, nuestras risas y nuestros llantos, con nuestros tenemos que vernos.
Me quedo con los que han llegado y con los que nunca se fueron, con los virtuales y con los de carne y hueso, con los que borran las distancias con sus gestos y palabras, con los que hacen lo que pueden y pueden con lo que hacen.
Me quedo con la ilusión y las nuevas experiencias, me quedo con poner mis latidos y mis tonterías en negro sobre blanco.
Y a ti, querido 2.015, te pido:
Que no me falten nunca abrazos, abrazos sentidos, presurosos o eternos, afligidos, arrepentidos o dichosos.
Que no me falten sus manos pequeñas, su caligrafía ni el relato de sus sueños y sus desvelos.
Que no nos falte una mañana de brisa fresca, que no nos falte la calidez de ese sol en la cara, ni el agua del mar en el pelo. Que no nos falte un cielo al que mirar, ni una razón para rezar ni las ganas de hacerlo. Que mantengamos siempre la conciencia alerta y la necesidad de dar las gracias, siempre.
Que no nos falte la tierra y que mi tierra sean las personas, que nuestros pies pisen firmes el suelo y nuestras manos toquen el cielo sin trampas.
Que sea yo consuelo, abrigo y refugio, alegría y chiste, compañera, amiga, hija, madre y hermana, que sea siempre payaso. Que no nos falte la emoción, ni el vello de punta ni las lágrimas espontáneas y curiosas asomadas a los ojos ni la carcajada gozosa, aunque sea a destiempo.

Bienvenido, Año Nuevo.
                                                                       Texto e imagen: Santi Jiménez