martes, 20 de enero de 2015

¿Qué harías si te dijeran que vas a morir?

¿Qué harías si te dijeran que vas a morir?
Lo sé, un poquito de mal rollo sí que da, pero hazme caso, no está de más que nos lo planteemos. ¿Cómo te lo diría yo? A ver, tengo dos noticias: una buena y una mala. Venga, va, primero la mala: ¡Vamos a morir todos! ¿Sorprendente, verdad? Pero, y ahora viene la buena: ¡Todavía estamos vivos! Así que ¿qué hacemos viviendo de refilón, casi pidiendo permiso? ¿De verdad vas a dejar para mañana lo que puedes hacer hoy? ¿Vas a demorar los besos, los abrazos, las caricias, las palabras, las aventuras...? Ya mismo estás haciendo una lista con todas esas cositas que deseas hacer sí o sí.
En serio, sé de lo que hablo. Yo he elaborado la mía propia, la he bautizado “#Nomemueroyo” (he usado un hashtag porque soy muy moderna, pero tú la puedes llamar como quieras) y no creas que la he guardado en un cajón, para nada, esta misma semana he empezado a tachar alguna que otra casilla.
El primer #Nomemueroyo que ha caído, decía así:
“#Nomemueroyo sin subirme a la barra de un bar y gritar que invita la casa”. Algún día tenía que hacerlo y lo hice el viernes pasado en un local de la plaza de Las Flores. La verdad es que mereció la pena. Hay que ver cómo me jalearon, lo contentos que se pusieron todos. Bueno miento, todos no. Algo me dice que al dueño, no le sentó tan bien. Llámame suspicaz pero le vi un brillito de reproche en la mirada mientras me ponía de patitas en la calle. De nada sirvió que le explicase que era todo parte de un plan, que tenía una lista que cumplir, que estaba huyendo de la madurez, que me dolía a mí más que a él... Ni caso me hizo.
Yo, lejos de desanimarme, al día siguiente me lancé a por otro #Nomemueroyo.
Éste rezaba como sigue: “#Nomemueroyo sin ir a la boutique más megapija y decirle a la dependienta que soy Pretty Woman y que me haga la pelota como si no hubiese un mañana”. Dicho y hecho, le eché un par de ovarios, me puse la banda sonora de la peli a tope en el coche y cuando ya me había metido en la piel de la mismísima Julia Roberts, me presenté en la tienda más glamurosa de la calle Jabonerías. Adopté mi pose de diva divinosa y entré en aquel templo de la moda con paso firme y triunfal. La verdad es que me desinflé un poquito cuando aprecié la mirada de desaprobación de la dependienta que repasaba mi vestuario como si estuviese contemplando la mismísima reencarnación del mal(gusto) . Mas no me dejé intimidar y le solté la frase con soltura.
¿Sabes en las pelis de vaqueros, cuando hay un duelo y se ven todos los pasos a cámara lenta: el cruce de miradas, las manos a ambos lados de las cartucheras, el dedito en el gatillo, la bola rodante, etc.? Pues igual, pero en Murcia. La tipa me miró, miró a su compañera, en otro plano me volvió a mirar a mí. La cámara la enfocó y nuevamente dirigió una furtiva mirada a su compañera; yo diría que incluso entornó los ojitos así, a lo Clint Eastwood. Después, posó sus ojos en mis caderas, se detuvo en mis cartucheras (recordad que estábamos en el Oeste) y escupió: “Sólo tenemos hasta la talla 34, que ri da”.
Ciertamente, noté que la cara me ardía un poquitín, giré sobre mis tacones baratos y me salí calentita. Eso sí, sin desfallecer, tocada pero no hundida y repitiéndome que la próxima vez tendría más suerte.

Tan convincente resulté que al día siguiente, domingo, me lancé a por el tercer #Nomemueroyo. Decía así: “#Nomemueroyo sin decir en una boda, que sí, que me opongo a que la parejita se una en santo matrimonio”.
Así que ni corta ni perezosa, me puse el traje de las bodas (sí, yo repito modelito y creo que la Pantoja, con perdón, ahora también) y me colé en una al azar. Antes tuve la feliz idea de ponerme un cojín en la barriguita... (Un inciso: ¿los que lloráis en las bodas sois solteros o casados? Bueno, no importa). El caso es que me tragué casi toda la ceremonia hasta que llegó mi minuto de gloria. Estaba un poquito nerviosa, lo confieso. Pero ya no había vuelta atrás y cuando el sacerdote que oficiaba hizo la temida pregunta, opté por no callar para siempre y grité:
“¡Sí, nos oponemos yo, el Jonathan, la Jessi y lo que viene en camino, Paco!”- Puse los artículos delante para darle más dramatismo y veracidad.
Casualmente, el novio se llamaba Paco, ¡qué puntería!, ¿verdad? Después, todo fue muy rápido: la novia le lanzó un rodillazo con muy mala baba al novio tal que ahí, un joven de la primera fila se puso a aplaudir y se abalanzó sobre la afortunada novia. Se besaron (el espontáneo de la primera fila y la novia). La exfutura suegra se desmayó y a mí me cayó un bolsazo por mi izquierda que me dejó de recuerdo tres puntos de aproximación en la ceja del mismo lado. Vale, quizá no era lo que habían planeado para ese día, pero yo creo que les hice un favor, sobre todo a la díscola novia.
La verdad es que ahora, me siento un poquito en deuda con el novio, así que: solteras de España, si estáis interesadas en Paco enviadme un correo al email que figura arriba. Os advierto que es un tío muy majo, palabrita.

En fin, quedad con Dios y vivid cada día como si fuese el primero y el último. Ah, nos vemos la semana que viene, espero.

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