martes, 20 de enero de 2015

Conversaciones con mi almohada

Lo de hablar solo es un auténtico problema, aunque ahora con esto de las nuevas tecnologías: móviles, pinganillos, manos libres, etc. siempre se puede camuflar ese delirio bajo la apariencia de contar con un interlocutor inalámbrico. Sea como fuere, a mí me parece de locos y, ni en mis peores pesadillas, haría algo así. Mucho más recomendable charlar con tu almohada, ¡dónde va a parar!
Sí, ¿qué pasa? Yo hablo frecuentemente con ella y en su defensa he de decir que siempre está dispuesta a escuchar, es rematadamente discreta y suele ofrecer certeras respuestas.
Anoche, sin ir más lejos, después de una velada en el Quitapesares, ese cachito de paraíso que se nos cayó en Murcia, me sentía bastante removida por dentro. Os confieso que es mi lugar preferido. Desde ahí arriba, se puede ver el alma de Murcia. El paisaje que ofrece es una sábana santa de nuestra tierra. Es tan asombroso que sólo deja lugar a la contemplación. En ocasiones, he intentado escribir o pintar allí, pero no acierto a otra cosa que no sea dejarme invadir por semejante espectáculo. Bajo nosotros la tierra late y nos muestra su alma variopinta.

Con el brillo de las luces nocturnas y la vegetación oscura sin difuminar aún en los ojos, tras diez minutos sin poder conciliar el sueño, anoche - como os decía- le pregunté a mi almohada:
  • ¿Tú crees en el alma?
Se quedó muy pensativa durante un buen rato. Podía sentirla rumiando la idea en su interior y como vi que no se arrancaba, comencé yo:
  • No sé, yo he sufrido algunos vaivenes en ese terreno. Ya sabes que las dudas siempre me dan la manita, pero al final, me he tenido que rendir a la evidencia. Verás, hay personas a las que se les transparenta el alma, a veces les asoma a los ojos, se refleja en un gesto o en una palabra que te alienta más allá de las meras letras. Otras, la llevan prendida como un globo o como una sombra: siempre les acecha, nunca se separa de ellos, casi como un ángel custodio. Son personas que se entregan en todo lo que hacen. También hay quienes juegan con las ajenas como si fuesen pelotas o dianas. De igual modo, hay gente que parece que la haya perdido y la vaya buscando; otros, sin embargo, la perdieron hace tanto que ya ni la recuerdan. A mí, sinceramente, me parecería una broma de muy mal gusto que todo acabara con el cuerpo.
  • Desde luego – me dice con fingida profundidad mi cabecera- ¿has visto lo que se ha hecho en la cara René Zellwerger? ¿O lo que se ha puesto en los pechos la otra, esta que ahora parece una superheroína, “Siliconan”, para ser más exactos?…
En este punto, la interrumpo, no me gusta que sea tan grosera y mucho menos que se tome a cachondeo mis paranoias nocturnas:
- Para, hablo en serio.-Le suplico.
Mi almohada hace un mohín, sabe que cuando empiezo en este plan, nos va a costar un buen rato dormirnos. Ahora la pobre no sabe ni cómo colocarse. “Se avecina paliza”, piensa. La siento algo tensa y le tengo que dar la vuelta para que se acomode.
  • ¿Y el amor?- Le susurro.
Sé que es materialmente imposible, pero me parece que la muy perversa me ha puesto los ojos en blanco.
  • ¿Se ama con el alma o con el cuerpo?
Mi compañera de sueños se rinde y me contesta:
  • ¿Qué no te enseñaron estas cositas en el cole? Te cuento: papá pone una semillita en mamá, ¡ja, ja, ja!
  • No estoy para tonterías-, le advierto.- Últimamente, pienso mucho en la naturaleza del amor, en el lenguaje de los besos, las caricias o los abrazos. Cómo éstos se adaptan al tiempo, a la situación, a las personas y me pregunto si habrá algún modo de que permanezcan intactos en su mejor expresión, si existe algún truco para impedir que el amor evolucione hacia otra cosa, que ya no sea ese Amor con mayúsculas.
Mi almohada coge aire y parece contenerse pero, al final, me suelta:
  • ¿Tú has visto los pokémon estos que les encantan a tus hijos cómo, según van enfrentando batallas, evolucionan? Pues lo mismito ocurre con el amor.
  • De verdad, me estás dando la noche, ¿los pokémon?, ¿en serio? ¿Y qué me dices de los sueños? ¿A ti te gusta más soñar de día o de noche? ¿Despierta o durmiendo? La verdad es que mis sueños muchas veces superan la ficción. Ojalá no recordara sólo las pesadillas, porque estoy segura de que seré muy maruja de día, pero de noche debo ser toda una artista. Yo creo que deberíamos no ya seguir ni perseguir, sino acorralar e incluso, acosar nuestros sueños , por si al final lo del alma es un cuento chino y no hay más oportunidades. ¿No te parece? Escucha, ¿tú dónde crees que van los besos que damos en sueños? ¿Llegarán tal vez a su destino, anidarán al fin en esas bocas para las que fueron recreados? Estoy convencida de que para soñar bonito hay que besar siempre a alguien antes de acostarse. Y ¿te has dado cuenta de que algunas pesadillas, sin prejuicios, serían sueños?
  • Perdona, bonita- me corta esta vez algo enfadada- ¿Tú has cenado? Porque a ver si la tontería que tienes esta noche , va a ser hambre.


3 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar
  2. los sueños, sueños son ...y sino pa murcia...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Buenas noches, no había visto su comentario. Para él de arriba llego tarde. Gracias no obstante por ambos y por la visita.

      Eliminar