Yo
no quiero que me bajes la basura ni que me pasees el perro.
Yo
no quiero que me muestres el extracto del banco ni que me cuentes si
llegaremos a fin de mes.
Ni
se te ocurra regalarme flores. No comprendo que tengan que morir.
Mejor vámonos tú y yo al campo y bésame bajo cada almendro y junto
a cada amapola. Bésame así, con tu eterna primavera.
Pero
a mí no me vengas con joyas y no me pongas anillos si no nos hemos
bebido primero el refresco que los trae.
Conmigo
no hables de “parasiempres” ni amenaces con “hastanuncas”,
porque si eso ocurre, quizá, yo ya me habré ido.
Pero
cuenta conmigo, sin duda, para probar todos tus besos nuevos y
avísame si tienes abrazos sin estrenar.
Llámame
si necesitas que caliente tus manos o se te enfrían los pies.
Búscame
si te invade la pena o te inunda la alegría.
Avísame
si no puedes dormir o no te sabes despertar o se te olvidó, acaso,
soñar.
Y
espérame para ver amanecer, pero ven sin reloj y sin equipaje,
acude con la guardia baja y la esperanza alta.
No
olvides que, tal vez, yo no te quiero y sólo es mera casualidad que
haya dejado de preguntarme qué cosa es la belleza desde que te
conocí.
Entiende
que seguramente no te quiero y existe cualquier otro motivo para para
sonreír, si pienso en ti.
Probablemente
no te amo, aunque el mundo sea más justo desde que estás aquí,
aunque yo sea ahora más libre y más feliz.
Comprende
que, seguramente, no es amor, aunque quiera gastar contigo mi último
beso, aunque todos mis poemas hablen de ti.
A
todas luces, esto no es amor, a pesar de que los suspiros lleven tu
nombre, aunque las gotas de lluvia te citen sin cesar, aunque los
pasos en la noche te mencionen y aunque ahora mi sombra sea doble.
Estoy
segura de que no es amor, aun cuando necesito tus ojos más que el
cielo, sabiendo incluso que soy un setenta por ciento agua y el resto
eres tú.
Recuerda,
por favor, si hoy me lees que no es amor y que es precioso no
quererte.
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