lunes, 20 de octubre de 2014

Señales

No sé porqué, últimamente, el mundo insiste en enviarme señales que apuntan todas en la misma dirección: MI EDAD. Yo creo que ya he dicho alto y claro, que me siento libre, happy y cómoda en mi mullidita y nívea piel. Que si me va a suponer algún esfuercito o mucha pasta, pues “Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy”.
A ver, si yo ya tengo to el pescao vendío, oiga. Mi gente me ama tal cual. Yo amo a mi gente y mi ser, en sí mismo, tampoco es que sea ningún atentado contra la humanidad ni un escándalo público de primer orden.
Pues nada, el enemigo, erre que erre, insistiendo en mejorar mi exterior o, al menos, en re-montarme en el patinete de Michael J. Fox al pasado, con lo que yo me mareo, pó Dió.
Hay ciertos tabús no escritos (bueno, probablemente, lo estén, los habré leído incluso e ipso facto los habré olvidado, que los años no pasan en balde, hijos míos…), pactos que, en la mayoría de los casos, se suelen respetar. Veamos algunos ejemplillos: preguntar la edad, los kilos, las creencias políticas o religiosas, la talla de sujetador, de preserv…, y otros asuntos similares. Mas nadie nos libra de ese lince ibérico, sin filtro alguno, que te espeta semejantes lindezas cuando menos te lo esperas.
Supón que te encuentras en tu mejor momento, justo en la cresta de la ola, pues ese preciso instante es el que suelen elegir estos elementos tan elementales para su estelar intervención. Y entonces, es como:” ¡ guan, guaan, guaaan, guaaaan, ha perdido usted el cooocheeeee!” Así, así debían sentirse esos desconsolados concursantes del 1, 2, 3 al escuchar esas palabritas de boca de la dicharachera Mayra Gómez Kemp.
Conste que yo tengo bastantes tragaderas. Prácticamente, se me puede preguntar casi cualquier cosa. A ver, quizá me moleste un pelín que curioseen sobre mi peso. Dicho sea de paso, que peso poquitísimo… (¿estoy cruzando los deditos tras la espalda?, será un tic).De todos modos, ¡para qué querrán saberlo!, ¿será para darme mi peso en oro?, ¿tal vez para cambiarme por camellos?, ¿quizá para reforzar las sillas de la terraza?, ¿a lo mejor es para ver si me dejan alquilar el dichoso patinete playero?… No sé, es todo tan…misterioso, por decir algo.
Como reza el título, las señales no cesan, por más que yo intente hacerme la sorda. Sin embargo, he observado que no soy rara avis y a mi edad (una cuarentañera en toda regla) es bastante frecuente andar algo desorientado a este respecto. Nuestra imagen mental, la emocional, la que reflejamos en el espejo y la que perciben los demás pueden estar librando auténticas batallas campales; incluso, hablar idiomas diferentes, o por el contrario, formar un coro perfecto (esto último, es sólo un rumor).
Toca confesión: a estas alturas del partido, me siento mmm… bien, algo inmadura, pero me quiero, me acepto, no me importan mis años, sí, creo que es cierto. No estoy ni bien ni mal conservada, ni en lata ni al vacío, al contrario, doy bastante la lata y me siento bastante llena. No me va mucho la marcha loca, pero puedo aguantar con soltura, si la ocasión lo merece.
Por otra parte, soy consciente de que una cosa es lo que yo creo-veo y otra diferente, lo que el mundo mundial percibe de mi persona y yo, por supuesto, como espectadora que soy a un tiempo, no estoy libre de hacer lo mismo con todos ustedes vosotros.
Como muestra, un botón: habréis tenido una de esas mañanas en que te despiertas con el “joven subío”, te vuelves a sentir sin más aquella chica del instituto, te pones tus vaqueros desgastados y tu camiseta con lema subversivo, una buena coleta y tu gorrita para atrás. A la que sales, te encuentras aquel compañerete de pupitre y “¡OMG! ¡Pero, qué le ha pasado!, ¡menudas entradas!, ¡qué tripita!, ¡madre mía, con lo bueno que estaba!” Y hasta lloras por dentro.
¿Que qué le ha pasado?: La vida, querida, la vida. Adivinas qué habrá pensado él de ti. Efectivamente, que tú estás igualita que entonces.
A veces estando con mi mami, me siento una niña de nuevo, me dice: “A tu edad (¡qué mona!, me ve como una cría) no sabes todo lo que llevaba yo p’alante”. Y me lo cuenta y a mí me entra como flojera hasta de oírlo y entonces, me digo: “pero ¡qué cría ni qué leches, si yo lo que estoy hecha es una auténtica pena!”.
Como os decía: en ocasiones, oigo voces que insisten en que ya tengo una edad.
Sin ir más lejos, el otro día, me calzo mis deportivas y mis mejores intenciones: “mens sana in corpore sano, Santi”, me propongo. Llevo unos 300 metros y continúo lúcida, cruzo un parque, observo que a unos niños se les escapa la pelota y pienso: “se la voy a devolver a lo Sergio Ramos”, cuando les escucho: “¡Cuidado con la vieja!”. Ejem, vuelta a casa, cari, esto haciendo sillonball no nos pasa. En fin, corramos un tupido velo de esos de Sarita Montiel.

Recientemente, hube de acompañar a mi padre a un evento en el Real Casino de Murcia. Mi madre declinó la invitación y me tocó ejercer de acompañante femenina. Allí recibí otra hermosa señal, esta vez de dimensiones colosales y de fluorescente neón. A punto estuve de desempolvar los adornos de mi arbolito de navidad y colocarme hasta la estrella anunciadora para codearme con la crème de la crème de la société murciana. Suerte que, una vez más, mi cuñada vino al rescate: “Sobriedad, menos es más” y quedé de diez, que mi abuela en gloria esté.
El caso es que, estando departiendo en semejante entorno, se nos acercó un tiburón de las finanzas. El tiburón iba disfrazado como tal: impecablemente trajeado, pelo largo engominado hacia atrás, blancos dientes afilados, sortijón, reloj y gemelos de oro; con aire satisfecho se dirige a mi padre y le pregunta: “¿Su señora?”. En ese momento, mi ego viajó con Verne al centro de la tierra, hasta que vi a la rubia que le lanzaba un besito desde el otro extremo de la sala, observé que podía ser no ya su hija sino la mía y que, para hacer el trayecto que iba de su tobillo hasta su cintura, había que coger el ascensor. Me dio la risa tonta y, por qué no decirlo, aliviada y le envié un whatsapp a mi padre (cierto que lo tenía a un centímetro de distancia) apenas sin maldad: “jejeje, hamor berdadero ^-^”.

¿Nos leemos la semana que viene? Buen día.

Imagen y texto: Santi Jiménez. 

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