"Todo
empezó como empiezan estas cosas: con un “para siempre”, con un
“sin ti, muero”, con un “en la curva de esos labios un día yo
me mato”.
¡Cómo
erais! Por entonces, recuerda, volaban las horas, sobraban las
distancias, faltaban las posturas, no quedaban probadores de El Corte
Inglés por probar, ni túneles de lavado donde no remojar vuestras
ganas, ni salas de cine donde degustar cualquier delicia, incluso las
palomitas en lugares insospechados.
Luego,
unas cuantas heridas después, tras algunas hipotecas, desilusiones y
estrías acumuladas, la piel de gallina dejó paso a los
malentendidos; el sublime tiempo suspendido en sus caderas fue
sustituido por los incómodos tropezones en el pasillo. Los poemas
erótico-festivos del espejo del baño, dejaron paso a las notas
rápidas y anodinas en el frigorífico. Esos “te quiero” sin
palabras de tus manos en su pelo, de sus jadeos en tu nuca,
necesitaron hasta alarmas en el móvil para no olvidar un
aniversario, un cumpleaños e incluso, que de vez en cuando, había
que darse algún abrazo.
Te
pones a pensar y ya ni recuerdas el punto exacto en el que pasasteis
de ser depredadores sexuales adictos al amor, a simples compañeros
de piso.
¿Cuándo
comenzó el principio del fin? Un final que no llega, un final que os
está re-matando. Un final que duele en cada foto del álbum que
repasas con la ilusión de volver a mirarle con ojitos, con aquella
chispa que arrastraba mariposas.
¿Cuándo
fue la última noche que te dormiste sin llorar? ¿Cuándo, el último
desayuno que no mojaste las tostadas en lágrimas? Y lo intentas una
y otra vez y te reprochas las pocas ganas, los muchos rencores, las
pobres excusas, los amargos sinsabores, los escasos aciertos, los
evitables errores. Miras esquivando la viga de los tuyos y no ves más
que la paja sobre sus cansados y aburridos ojos, que se posan en
cualquier parte que no se llame “Tú”.
Pero
un buen día, te levantas y te das una ducha renovada y exfolias los
malos sueños, te despojas de las malas pasadas, empaquetas las
peleas y las envías a Nunca Jamás por Seur, del modo más barato
posible, para que se pierdan y no regresen. Y te pones esa camiseta
suya, la que te queda tan grande y que tanto le gusta, aquella que no
te duraba ni dos segundos puesta y sueltas una carcajada, más fuerte
de lo esperado, al recordarlo. Vas a buscarlo a la que ahora es su
habitación, con sanas y perversas intenciones y con ganas renovadas,
y en la mesilla, junto a una foto castigada bocabajo, encuentras la
temida nota."
¿Pero
tú quién eres, impostora? Suelta el teclado ahora mismo y déjate de dramas, que
esta sección la llevamos Miss Idiot y yo.
Imagen y texto: Santi Jiménez
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