sábado, 11 de octubre de 2014

Poco hecho, por favor.

Esta temporada estoy disfrutando la gozosa experiencia de colaborar con El diario La Opinión de Murcia (@diariolaopinion ) en su sección de verano Sinfín. La verdad es que se trata de mi primera incursión en la prensa escrita y está resultando de lo más placentera y adictiva, además de todo un honor, pues se trata de uno de los periódicos más reconocidos de mi región.
Rompí el hielo con este artículo que lleva por título "Poco hecho, por favor". Para cada texto, suelo preparar varias imágenes propias y finalmente, sólo una es la elegida, aquí en el blog, os mostraré también esas ilustraciones descartadas.
A continuación podéis leer el artículo completo:

POCO HECHO, POR FAVOR 
Pocas imágenes son tan bellas y cautivadoras como nuestro Mediterráneo custodiado por este cielo enamorado.
Creo que mi corazón podría dar una serie considerable de volteretas laterales con tirabuzón ante semejante espectáculo, pero ¡cuidado!, si se me ocurre bajar un poquito la mirada asisto ojiplática a una colección de pollos y pollitos, de todos los tamaños y colores, asándose bajo la ardiente mirada del dorado astro.
Que sí, que sí, que el solete tiene sus cositas buenas: que es un potente psicoestimulante, que nos pone contentos, que nos ayuda a asimilar la vitamina D; pero una cosa es un vuelta y vuelta, un que te dé la brisita en la cara, un paseíto romanticón al atardecer y, otra bien distinta, es querer batir un Güinness del chicharrón playero-terracero-piscinero.
A ver, criaturas, que levante la mano el que aún no haya oído que las quemaduras solares y el melanoma (por no decir cáncer de piel, que parece que da mal rollito) están directamente relacionados, sobre todo si se producen en la infancia o la adolescencia. Vamos, cuando no se suele uno quemar ¿verdad? Porque yo tengo la cabeza fatal, pero resulta que la piel tiene una memoria divina y va sumando la vez que se nos peló la espalda a lo tonto porque estaba nublado y como que no picaba el sol, o el descuido en La Manga que total era saltar un par de olas, o cuando te dormiste fuera de la sombrilla... ¡La muy rencorosa!
Con nuestros peques, los papis solemos sentirnos aliviados después de un trabajo bien hecho, los embadurnamos cual copito de nieve y acto seguido nuestro campeón se va directo al agua, sin pasar por portería y sin esperar a que se absorba nuestro esmerado escudo lácteo. O si no, se nos va el santo al cielo y se nos olvida repetir la aplicación -como reza el dorso de la bendita crema- que si un ocho y medio para aquel topless, que si me comía yo aquella tableta, que si ese culo está para partir castañas, que si me ha parecido ver a la princesa del pueblo... En ésas, ya se nos ha quemado nuestro querubín.
Lo de nuestro-a adolescente es otro cantar, ésos van de otro palo. Lejos de protegerse, los hay que intentan acelerar el bronceado y usan truquitos como echarse aceite de oliva u otros horrores. Les falta salpimentarse y ponerse un limón en la boca, ¡qué judíos!
Mas si lo del cáncer de piel no nos asusta, por aquello de que de algo hay que morir, no seamos estúpidos, dejemos al menos un bonito cadáver. También sabemos que el sol es un acelerador del fotoenvejecimiento de la piel. Sí, queridos míos, una piel fotoenvejecida es una piel seca, pierde elasticidad, es más gruesa, sus arrugas son más profundas y tiene una pigmentación irregular, uhmmm, suena que alimenta. Resumiendo, y aunque los de las cremitas me revienten, el mejor potingue antiaging es un buen fotoprotector y, no lo digo yo (que también), lo defienden los dermatólogos.

¡Ojo, amores!, las personas que tenéis otro color de piel, no tenéis superpoderes, los efectos nocivos del sol también os afectan. Así que, cremita, spray, gorrita, agüita, evitar la exposición solar en las horas centrales del día; vamos: esa teoría que todos sabemos pero que, a veces, se nos olvida sin querer queriendo.
Tengo la fortuna de veranear en primera línea de la playa (o sea); además, de gorra (súper o sea). No quiero poner los dientes largos a nadie, lo cuento porque esto que es un lujo que te permite asistir a un momento que sólo el ojo y el alma puede captar. Efectivamente,  ese mismo: la salida y el ocaso del sol, y mira que he intentado atraparlo de mil maneras. A saber: con mi cámara, mi pincel, mis sueños, mis pensamientos y nada no hay tutía. ESO hay que verlo, sentirlo. Pues bien, ese lujazo se puede convertir en un mírame y no me toques en cero coma.
La de veces que me he tenido que recordar que yo soy más de "faire l'amour non pas la guerre" para no sacar el gachetobrazo de las collejas a pasear. Cuando veo, según qué imprudencias, desde mi gorroneado balcón mientras hojeo el suplemento de La Opinión (¿he oído "pelota"?) tengo que contar los números primos hacia atrás para no acabar con tanto inconsciente a manguerazo limpio.

En ocasiones fantaseo que me planto delante del más gamba de todos (con respeto y cariño, ¿eh? que lo digo por el color) y le espeto: “- Buenas tardes, señor Pescanova. Soy su insolación, ¿le echo cremita? Es que no llevo pieles encima. Ya sabe, hay que proteger a los animalitos”.
Y así, un día tras otro, se me ocurren mogollón de burradas, me teletransporto a la orillita de la playa, a veces como aguadora (¡hidrataos, coño!), repartiendo gorritos, bañando con camiseta de manga larga a esos encantadores guiris que brillan y dan esplendor y poquito a poco libero mi ira por el bien de la humanidad, espero.

 Todo lo dicho hasta aquí para nuestro amigo Lorenzo, valga también para las cabinas de rayos UVA. Sorry, creo que los encantadores señores-as del bronceado artificial no me van a promocionar, así que añado que, en éstas, no veréis pasear a macizos ni macizas, ni jugaréis a las palas, ni alquilaréis patinetes, ni motos de agua, ni os tomaréis las tapitas en el chiringuito, ni os quitarán el hueco de la sombrilla, ni os salpicará el niño de la vecina, ni volaréis cometas, ni veréis gaviotas pescar ni surcar el cielo, ni descubriréis a Marilyn o un dragón en una nube, ni disfrutaréis de nuestro poético Mediterráneo. Impagable. Bueno, lo de las cabinas también puede ser impagable, según para qué bolsillos.
Volviendo a lo mío, yo es que estoy más que alucinada con esa obsesión por coger el morenito (si fuera argentina, el morenito en cuestión estuviese potente y yo fuera soltera, lo entendería). Cada vez es más temprana, más vehemente y más urgente esta necesidad. Yo creo que empieza, aproximadamente, en febrero o marzo, excepto si te vas a casar, entonces, no importa la fecha del año. Cualquier novia que se precie se da sus buenos rayos UVA antes de la boda, que tienes que tener tu poquito de color, un poquito de "salud", chica. Y es que, antes había que llegar virgen al matrimonio (blanca y radiante, ¡ay, Señor!), pero ahora lo importante es llegar con colorcito.
En fin, lo que os contaba, en marzo ya deberíamos ponernos tostaditos para Semana Santa, no vayamos a enfundarnos el traje de baño como si fuera la primera vez esa temporada. Así que, mis amigas me cuentan cómo van arañando un par de minutos por aquí y por allá para despelotarse en su balcón o terraza en plena Murcia y salir airosas de la dura prueba de enfrentarse a otras personitas que han tenido que pasar por el mismo calvario. Aprovechan cuando arreglan las plantas del balcón o mientras intentan leer o pintar (si las dejan) en la terracita, cuando tienden la ropa, etc. Yo las contemplo con una mezcla de admiración perpleja e incrédula. Estas superwoman (y más de un superman) hacen verdaderas peripecias y pinopuentes para rascar unos minutos de sol que no tienen y lograr ese tonito que no los delate, que no grite al resto del mundo que, como todo quisqui, hasta ese primer día no habían ido a la playa. También los-las hay que se dan rayos UVA, para lo mismo, pero a éstos, el monumento, yo se lo haría más pequeñito, ¿no?
Yo no las comprendo mucho en su lucha por el bronceado de honor pero las apoyo, y viceversa. Ciertamente, las adoro.
El otro día, nos ocurrió una pequeña anécdota que lo demuestra, nos estábamos tomando ese magnífico café después de dejar a los niños en el cole, ése que me recuerda que sigo siendo mujer, que tengo amigas (bueno ésta es otra historia) y me presenté con falda, sin medias (no, no soy sexy).
Se partían al verme:
_"Nena, pero ¿dónde vas con esas piernas?"
Y yo:
_"¿Qué les pasa a mis piernas?"
_Tía, que hay pantys tostaditos, ¡no me pongo yo falda con esas piernas ni loca!
_"Jah'mías", vamos a ver, que el blanco también es un color, que parece que tenga las piernas violetas o verdes, ¡so petardas!- Ésa era yo, haciéndome la ofendida, pero encantada, que estábamos en confianza.

Lo dicho, las adoro. En septiembre, nos reencontraremos y yo, después de mis dos meses  en primera línea con mi sombrilla como fiel compañera, llegaré tal cual a nuestro café, como si repitiese primero de gótica, por mis suspensos en vestuario y complementos a pesar de mi excelente nota en palidez y opositaré para ama de llaves de los Adams, por si cuela.





Imágenes: Santi Jiménez Serrano.
Modelo: Alba Morera Jiménez.






No hay comentarios:

Publicar un comentario