lunes, 24 de noviembre de 2014

50 centímetros y 3000 gramos.

Fíjate qué tontería, te vas a reír. Esta mañana mientras dormías me he sentado en tu cama para mirarte, como solía y al verte tan grande, tan tuya, tan ajena en tus propios sueños, he echado de menos tantas cosas. Las he buscado por todas partes, incluso bajo tu cama. Y ni rastro.

Dónde habré puesto aquellos jueves de cuento en los que tú leías las páginas pares y yo las impares. Dónde estará ahora la historia nocturna siempre inventada donde pedías ser dragona, unicornio o delfín, nunca princesa. Dónde andarán nuestras confidencias entre susurros. Y cuándo habré perdido mi preciado don para calentarte las manos y los pies como nadie y aquel encanto para que me pidas que me quede un poquito más, que no me vaya nunca de tu lado.
Por dónde andará nuestro insaciable veo-veo y con quién jugará ahora. Qué será de nuestros abrazos “chillaos” y tus
"te quiero más que a nadie". ¿Se sentirán tan tristes como yo?
Y entiendo que así sea, pero cómo le explico yo a mi piel que aquellos 50 centímetros y 3.000 gramos que llenaban mi regazo despliegan ya sus alas. Cómo podría entenderlo si aún guardo su calor como un tatuaje sobre el pecho. Cómo comprender que aquel trozo de esperanza surca hoy otros cielos, otros mares más azules que mis ojos y tan infinitos que dan miedo. Cómo enjugo estas lágrimas sin fundamento, sin causa, sin justicia, sin remedio.
Cómo afrontar que aquel agua cristalina de tu frente, aquella transparencia que me permitía saber todos tus trucos y anticiparme a tus deseos, guarda hoy enigmas insondables y ha olvidado un tanto nuestro idioma compartido.
Cómo despedir la sencillez, la inmediatez de las preguntas y respuestas de aquellos tiempos del sí y el no.
Me decías:
-¿Jugamos?
Y yo:
-Sí.
O:
- ¿Alba, has terminado ya los deberes?
-Me falta un poquito, mamá.
Y me preguntabas sin parar y sin reparos y siempre te gustaban mis respuestas reales o inventadas. Todo era coser y cantar y yo, un auténtico genio.
Ahora, las preguntas se complican, o desaparecen, las respuestas son enigmas también para mí. Y sé que lo justo es pedirte que sigas tu viaje, que disfrutes cada microsegundo con y sin mí.
Pero estate precavida, cariño. Saborea cada paso, siente cada carcajada, emociónate, sueña, vive, ama, equivócate, acierta, sé tú y de vez en cuando, te ruego que seamos un poquito “nosotras”.
Yo te creé para ser feliz, para volar alto y para volar bajito. Te creé para caerte y levantarte tú solita. Te creé para llorar y reírte al ratito, para soñar de día y de noche. Y luego tú, cada día, le das la vuelta a mi plan y trazas otro plan B, C, D, F, G, hasta acabar con el abecedario.
Yo te quiero feliz, te anhelo radiante, contenta. Te sueño esperando ansiosa mi abrazo, mi caricia pero me despierto y me encuentro a mi joven adolescente, frente al pc, con el móvil y los auriculares escuchando a 5SOS y pidiendo su desayuno o que le pase el típex, distraída sin apenas tocarme con su mano o su mirada. Y me resisto y me imagino que debajo de "ésa” está “la otra” guiñándome un ojo y pidiéndome que la siga tratando como a una niña, mi niña.


Las cosas se complicarán, lo sé y no podré alfombrar el suelo con burbujas. Me temo no estar a la altura. Así que sólo me queda cruzar los dedos tras la espalda y desearnos suerte: Vela por tus sueños.
...


A mi muy amada hija, Alba,
mi amanecer,
la primera luz de mi vida.

Te adoro.

Imágenes y texto: Santi Jiménez

La modelo, mi hija Alba

No hay comentarios:

Publicar un comentario