viernes, 20 de noviembre de 2015

Brighter than sunshine

Se sentó delante de la máquina de escribir. Todos los días procuraba soltar algunas letras, aunque no tuviese nada que decir, sin formato, sin pensar, sin digerir. Era una forma de ordenar desordenadamente su cabeza, de darle forma a lo que sentía, a lo que intuía, a lo que ni siquiera sospechaba. A veces tardaba días en comprender lo que había escrito, en ocasiones le dolía el resultado, otras la sanaba.
Un amigo le dijo: “Un día, una página”, así como si hablase de la vida. Por eso aporreaba diligente o distraída aquellas teclas como si de prescripción facultativa se tratase. También le gustaba escribir a lápiz, el sonido de la mina arrastrándose por el papel marcaba una melodía conocida y reparadora.
Sin embargo, hacía siglos que no pintaba, desde que su padre enfermó. No sabía si era falta de ilusión, de voluntad o miedo a lo que pudiera salir de los pinceles. Pero hoy, por lo que sea, había llegado el día. Dejó el papel paciente en el rollo de su vieja Olivetti y bajó al sótano. Allí es donde guardaba el caballete, el material y todos los lienzos aplazados. Hacía frío, se agarró el pecho, le dolía, lo sentía cerrado. Bronquitis, había diagnosticado el doctor, pero ella sabía que no, que lo que allí guardaba era todo lo que no decía, todo lo que se tragaba, todos los besos que no daba, todos los abrazos que morían antes de nacer, todas las verdades que habían mutado recientemente, todas las lágrimas ahogadas.

Manchó la paleta de tonos rojos: bermellón, rojo cadmio, escarlata... y pintó con pasión y sangre. No sabía si lloraba de felicidad, esperanza, rabia, frustración, dolor o alivio. Pintó su corazón, sus pulmones, su soledad. Pintó aquel adiós, pintó sus últimas palabras, pintó un “quédate” silencioso, pintó el miedo.
El sótano estaba lleno de enredos, curiosa metáfora de su vida. Normalmente conseguía aislarse de aquella maraña mientras pintaba, pero hoy la maraña la observaba atónita.
Sonó el móvil. Era él. Un whatsapp. Sólo cuatro palabras que le dieron la vuelta como un calcetín. Cuatro palabras y una canción: “Brighter than sunshine”. Su canción.

Volvió al lienzo, vertió en la paleta colores al azar y pintó una ventana, una ventana con vistas a la vida. 



Texto e imagen: Santi Jiménez

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