viernes, 20 de noviembre de 2015

Ya no

Yo siempre he defendido que la vida va de reírse y en medio pasan cosas. Pues bien, creo que éste es uno de esos momentos en los que me están pasando cosas. Os cuento la situación a ver si así, al menos vosotros, la entendéis. Vale, no sé muy bien cómo he llegado ni qué hago aquí, sólo que la tabla que me sostiene es rígida y fría, yo diría que es de metal. Tengo el cuello contracturado y el cuerpo entumecido. Los párpados me pesan como si me hubiesen colocado media docena de losas de mármol sobre ellos y daría vuestra mano derecha por cambiar de postura.
Hay voces que reclaman a una persona llamándola por su nombre, quiero entender que se dirigen a mí, pero no lo reconozco como propio. Mi pecho bombea de forma involuntaria. Mis pulmones funcionan acompasados. Mis extremidades no responden y un frío interno me hace tiritar. Siento la sangre helada arrastrándose por las venas. Las voces piden que abra los ojos, que cierre el puño. Estoy empleándome con fuerzas pero no consigo satisfacer tan sencillos deseos, con lo poquito que me gusta a mí decepcionar al personal.
Alguien comenta que tiene entradas para la ópera, que nunca ha ido y que no sabe qué ponerse. Supone que debe ir muy arreglada e informa alertada de que aún no ha encontrado acompañante. Otro le responde que no se puede entrar con gato. Detecto cierta ironía. Ella repone:
Pues éste es guapo, a ver si lo ponemos a tono y me lo llevo”. Risas generalizadas. Yo no podría estar más de acuerdo, cambiaba esto por la ópera, pero ya.
De repente se adivina cierto revuelo, todos parecen moverse con mayor celeridad y siento objetos y maniobras sobre mí.
¡Jóder, Carla, que se nos va, que te quedas sin acompañante!”.
Definitivamente, deben estar refiriéndose a mí. Más maniobras, más revuelo. Ya no hay chistes, sólo órdenes breves y concisas. ¡Qué eficaces parecen todos y qué poquito efecto parece surtir! A ver, Carla, que tengo muchas ganas de ir a la ópera contigo. ¿Qué pasa, cabrones? ¿Por qué paráis?
Vaya, creo que se rinden. Para mí que los de “Anatomía de Grey” se esforzaban un poquito más.
13:26 horas. Informa a la familia.”
Pero, ¿cómo que informa a la familia? ¡Estoy aquí! ¿Qué pasa con mi luz al final del túnel? ¿Qué pasa con los fotogramas de mi vida pasando ante mí? ¿Dónde está la puñetera guadaña? Esto no puede estar pasando.
Acaba de entrar alguien. Es una mujer. Es muy atractiva. Me agarra la mano. Es ella, sí, la recuerdo. Siempre me dijo que era yo era un fantasma y creo que al final, como siempre, va a tener razón. Recuerdo las que creí serían sus últimas palabras, me las dejó en un papel plegado sobre el aparador de la entrada de la que era nuestra casa. En él se podía leer:
Hubo un tiempo en el que tú y yo vivíamos en una canción. Un tiempo en el que yo ocupaba el hueco exacto de tu abrazo. Un tiempo en el que yo caminaba de puntillas, elevada por aquellos besos que eran solo míos. Recuerdo que tú y yo fuimos para siempre, libres de adioses, de miradas inoportunas y palabras a destiempo. Hubo momentos en los que fuimos perfectos, en los que nuestra piel era un imán irremediable. Pero hoy entiendo que sólo cerraba los ojos para no ver el final, ahora comprendo por qué era yo quien más tardaba en soltar nuestro abrazo.
Lo siento, pero ya no.”
En fin, creo que alguien debería rectificar la hora de la muerte.
Texto: Santi Jiménez
Obra: Jaques Louis David

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