miércoles, 8 de julio de 2015

Y la carne se hizo palabra

Porque escribo con palabras de carne y hueso, hoy no quiero escribir. No quiero hacerlo para no saber lo que siento, lo que pienso, lo que quiero, lo que soy ni lo que nunca seré.
Hoy no quiero escribir para que cuando me leas, no te leas y es que cargo con palabras demasiado transparentes, demasiado imprudentes como para no despertar mi pudor, el tuyo y todas las alarmas.

Yo deseo palabras mentirosas, palabras vacías, palabras trampa, como tú. Quiero, como tú, jugar con ellas, ponerles otros nombres, manipularlas y malearlas a mi antojo. Yo quiero, como tú, salir por peteneras y decir “Diego” donde dije “digo” y viceversa, sin que se me caigan los anillos (ésos que ya no llevo). Pero sucede que llevo el lápiz con un cordoncito atado al corazón, como en los bancos y si digo “Él” sencillamente leerás “Tú” y probablemente lo seas.
No quiero escribir porque no quiero andar desnuda, pues a pesar del calor, tengo frío.
No quiero contar a nadie y mucho menos a mí, si hoy se murió aquella parte mía que me hería o me salvaba y por eso lloro. O si, por el contrario, he rescatado aquella otra perdida o me ha nacido una nueva y la tengo aún sin estrenar a falta de los últimos retoques.
No quiero contar que te fuiste, que regresaste y que te marchaste de nuevo.
No quiero que sepan si has venido para siempre o si ahora soy yo tu hogar, tu puerto, tu refugio o si simplemente, soy la historia que no sucederá nunca, ésa que ya quieres borrar.
No quiero explicar si hoy me basta con enredar mis dedos en tu pelo y decirte cosas flojito a la altura de tu boca, porque quizá mañana me las tendré que tragar cuando la prioridad sea bajar la basura, la tapa del váter o redactar la lista de la compra o ir a la farmacia o al juzgado a firmar los papeles.
No quiero escribir que tatúas mi sonrisa cuando te veo venir ni que estas ojeras las hemos ganado a pulso, pues tal vez mañana todas estas letras habré de comérmelas con cuchillito y tenedor y un poquito de Prozac con agüita para que entre mejor, porque quizá mañana se acaben las risas y los mensajes de voz tempraneros, las fotos juntos, quitarnos la palabra de la boca con un beso; porque tal vez, muy pronto, se mueran de nuevo las risas, de risa y de pena.
No quiero escribir para luego borrar todo de un plumazo hasta desgastar el papel, hasta hacerlo un ovillo y estrellarlo junto a algunos cuantos sueños o simplemente hacerlo desaparecer.

Pero quién sabe, quizá sea posible escribir para siempre y todo esto resista como una pintura rupestre o como un rostro en la sábana santa o como tú, en mi mente.
Texto: Santi Jiménez
Imagen: Christian Sclhoe

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