miércoles, 8 de julio de 2015

Aquí no es

¿Es aquí lo de adelgazar? Me parece a mí que no.
Y es que “Operación bikini” se escribe con hambre y tal cosa a mí se me da regular.
La verdad es que me encantaría poder contaros lo que he estado sufriendo estos meses previos hasta lograr este cuerpazo que me gasto, pero sería por mi parte una auténtica desfachatez faltar a la realidad de semejante manera. Podría lloraros lo mucho que sufro cada lunes al retomar la dieta o el esfuerzo sobrehumano que realizo para aplicarme peallings, mascarillas capilares, corporales, faciales, potingues anticelulíticos, masajes reductores, reafirmantes, drenantes, anti toxinas, cremitas para aclarar axilas y pubis, así como rayos uva para oscurecer el resto (no vayan a pensar que emprendo virgen de sol el veraneo) o tal vez, ilustraros sobre cómo cumplo religiosamente con mi tabla de ejercicios, mis clases de zumba y de padel con el buenorro del profesor. Debería quizá, impresionaros con la cantidad oceánica de agua que bebo, propiamente como si me hubiese llevado el sustico del año. Más como os comento: todo eso, aquí no es y sólo hablo de oídas.
Aquí más bien nos hemos reconciliado con el placer de tomar un buen aperitivo antes de las comidas, costumbre murciana por excelencia y prácticamente, establecida por ley ahora que las terrazas cobran vida.

Aquí no nos hemos hecho runners, pero hemos redescubierto el el encanto de caminar despacito, así en plan aeróbico, de esa mano que nos sostiene, nos acompaña, nos alimenta, nos acelera el pulso y nos calienta el corazón.
Aquí quemamos calorías echando una carrerita hasta la siguiente farola y el que gane elige peli y aguanta el paquete de palomitas.
Aquí el ejercicio anaeróbico, corre por cuenta de los abrazos, con éstos, el tren superior queda convenientemente fortalecido a través del delicioso esfuerzo por retenerlo entre tus brazos, estrecharlo fuertecito y agarrarlo con ternura para que no se te escape, en cada despedida.
Aquí subimos pulsaciones al acercarnos despacito a esa su boca, boca llena siempre de besos, de primeros besos, cada vez. Esa boca que ríe a un centímetro de la tuya, que te cuenta cosas que nadie nunca te había contado, no en esos términos, no con esa voz, no con esa cercanía.
Aquí se nos tonifican los párpados a causa de la férrea voluntad de mantenerlos abiertos de par en par para conservar su imagen, como si de una capturita de pantalla se tratase o, en otras ocasiones, más bien al contrario, al no cesar de parpadear tratando de enjugar esas dichosas lágrimas fruto de la emoción.

Reconozco que estos métodos quizá no sean tan eficaces como el fitness al uso, pero te garantizan un mullido regazo para dar cobijo, un pecho blandito para una deliciosa siesta y un excelente material que bascular con soltura al hacer twerking o lo que surja.

Texto e imagen de Santi Jiménez

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