sábado, 20 de diciembre de 2014

Ana

Desde que saben que escribo para el periódico, muchos conocidos -y algún que otro desconocido- me piden que lea sus escritos y, a ser posible, les dé mi opinión justificando detalladamente mi respuesta (Es admirable lo insaciables que pueden llegar a ser si los comentarios son positivos).

Sin ir más lejos el otro día mientras tomábamos nuestro sagrado café en Gelato, esperando se cumpliese la hora de recoger a nuestros cachorros del cole, una amiga sacó de su bolso un folio doblado escrupulosamente y me lo puso suplicante entre las manos. Cogí las gafas de académica de la RAE y me dispuse a leerlo. Lo hice en voz alta para que pudiesen oírlo también las otras mamis que nos acompañaban. El relato comenzaba a modo de epístola:
Querida amiga:
Hoy es uno de esos días en los que no quiero ser yo. Uno de esos días en los que cada vez que salto caigo en un charco. Y pensar que antes me encantaba saltar sobre los charcos, ponerme unas botas rojas y brillantes y darlo todo. Recuerdo que lo hacía incluso descalza., pero ahora, me incomoda sobremanera y sólo siento su humedad y su inmundicia.
Ojalá pudiera cambiarme, como quien cambia de traje. Odio la persona en la que me he convertido, odio cada detalle que me compone. Odio, por ejemplo, estos labios que siguen sonriendo y besando desde el vacío, estos ojos tristes, tan estúpidos que en el fondo siguen tejiendo sueños, tan ciegos que aún vislumbran la esperanza. No sé, a veces me imagino desmontándome pieza a pieza y reconstruyéndome con materiales nuevos e imposibles. Otras, me imagino desapareciendo, no te lo voy a negar. A ti no podría engañarte.
Soy consciente de que no hago más que cerrarme puertas en las narices y si por casualidad, consigo abrir alguna es para que me desborde lo que hay en su interior, como un alud, taponando cualquier salida.
¿Sabes?, me he especializado en soñar con pozos. Curiosamente, son siempre sueños idénticos. Comienzo escuchando el pisar de unas hojas secas y en seguida, comprendo que lo que oigo no es otra cosa que mis propios pasos. Está todo muy oscuro y yo ando con paso precavido; eso impide que me caiga cuando noto que falta tierra debajo de uno de mis pies. Ahí está, es un pozo. Me asomo, pero sólo acierto a ver oscuridad. Sin embargo, sé que hay alguien dentro, alguien agazapado y herido y sé que esa persona soy yo misma, temiendo y necesitando ser rescatada. Creo que esos pozos los cavo de día.
Por eso, últimamente he dejado de escribir, porque quiero mantener mis demonios a raya. No quiero seguir cavando pozos. Sé que si lo hago, si vuelvo a escribir, sólo saldrán palabras envenenadas y tristes de mi puño, sé que sólo escupiré dolor. Y también sé que si dejo de hacerlo probablemente ya estaré muerta.
Seguramente te estoy pidiendo auxilio, querida. Me temo estoy rogando que me salves. Pero, ¿cómo podrías hacerlo si soy yo mi mayor enemiga?
Recuerdo que antes me era fácil saber lo que quería. Solía ir y tomarlo. La vida para mí era un puesto de chuches y yo disfrutaba del banquete como una niña consentida. Amo a aquella niña. ¿Quién la obligaría a crecer? ¿Dónde olvidaría sus fuerzas?
Tuya siempre, Ana”
***
En este punto el texto cambiaba de tipografía así que yo hago lo propio y continúo con una voz distinta y entrecortada, pues entiendo que habla otra persona:



No puedo controlar las lágrimas mientras termino de leer las últimas líneas. Sé que es absurdo pensar que este hallazgo sea un mal presagio. No me puede ir mejor: el nuevo trabajo me encanta y esta casa me ha enamorado desde el primer día, con ese aire de casona inglesa tan encantador. Confieso que he tardado tres días en decidir si era ético o no leer esta carta, una carta que no va destinada a mí y que el azar olvidó en el fondo del viejo buzón de mi nueva casa, por mucho que, probablemente, destinataria y remitente lleven más de una década en mejor vida. Al final, la curiosidad me ha vencido y he acabado leyéndola. Ahora siento, que de alguna forma, en algún lugar, mis lágrimas han abrazado a otra alma.”
Fin
Doy un sorbito al café, miro a mis mudas contertulias y sus ojitos vidriosos y suelto mi veredicto en forma de sonora carcajada. Inmediatamente, pido perdón y justifico mi respuesta:
-Perdonad es que me ha resultado muy cachonda la idea de que hoy día alguien compre una casa y además, tenga un nuevo trabajo. Supongo que los hechos se desarrollan en un país multicolor, ¿no?

Texto e imagen: Santi Jiménez.


No hay comentarios:

Publicar un comentario